Los últimos días han aparecido en la prensa, constantes editoriales e informes que muestran los fenómenos de violencia en la escuela, no obstante el abordaje de este tema por los medios de comunicación bien daría para una reflexión. Una pregunta válida es: ¿será que realmente la escuela es el epicentro de la violencia? o será mejor qué la escuela es el reflejo de la sociedad.

La sociedad vive un constante bombardeo de las “maravillas” que nos propone la modernidad y ello deja muy poco espacio para la reflexión personal y familiar, dejamos de lado un buen tiempo de dialogo con nuestros hijos por las noticias, las novelas o la internet.

Las soluciones que proponen los lectores van desde el acompañamiento, dada la incesante soledad que viven los chicos o lo que propone curiosamente la autora del referendo por los niños: nada menos que hasta 15 años de cárcel para el menor infractor, en cárceles especiales que garanticen la resocialización. De darle razón a tan insólita propuesta nos estaríamos dando por vencidos muy rápido.

Reconociendo el libro “Vigilar y Castigar” de Foucault partimos de la base de que el ser humano ha venido variando los métodos de castigo: los suplicios, la humillación pública, la cárcel, los manicomios; métodos aplicados desde el medioevo hasta la sociedad contemporánea no obstante estos castigos son expresiones del poder.

No podríamos reivindicar de manera alguna regresar a los métodos medievales dado que la escuela considerada antiguamente como una especie de castigo, fue evolucionando hasta convertirse en el centro de la cultura, socialización, expresión y desarrollo. Hoy la escuela es el “receptáculo” de todos los males de la sociedad y por ello la miramos con sospechosa perversión.

Generalmente las novelas en horario AAA de acceso cotidiano a todos nuestros hijos, reflejan el imaginario colectivo de que ser la más casquivana y ser el capo o matón son los referentes culturales equivalentes al respeto y ello no proviene de la escuela, la responsabilidad recae en el rating, la guerra descarada por acaparar el mayor número de televidentes dentro de los espacios televisivos, con contenidos que francamente deberían ser replanteados.

Cuando los tiempos de los educandos están siendo tan absorbidos y con distractores tan fuertes, las posibles soluciones deben expresarse y exponerse con claridad, ellos requieren respuestas que la escuela está en capacidad de brindar pero que la voluntad política ha querido ocultar estratégicamente. Hoy se debe mirar que la articulación de la educación media con la superior, la jornada única y el preescolar de tres grados, y equipos interinstitucionales conformados entre otros por orientadores escolares, pueden brindar el tiempo para que la escuela empiece a retomar su papel integrador.

Debemos además mirar el acuerdo 434 de 2010 el cual creó el Observatorio de Convivencia Escolar pues los temas descritos en sus líneas de acción tienen un carácter eminentemente preventivo y positivo y que según lo describe debe: “crear espacios de discusión, sistemas de información, alertas tempranas, análisis de resultados y generación de estrategias de choque, que puedan optimizar soluciones conjuntas a la problemática de la violencia, orientadas principalmente hacia la convivencia y resolución de conflictos.”

La escuela no adiestra, educa en el contexto de una vida social, comunica, interacciona pues la sociedad es un sistema de instituciones en las que se verifican relaciones socio culturales y humanas que comunican unas pautas a los individuos y la educación es el proceso de preparar a los individuos para que encajen correctamente en esa complicada estructura social y desempeñe papeles sociales particulares como miembros de más de un grupo institucional. Durkheim definió la educación “como la acción de una generación sobre otra para adaptarla a las pautas de conducta establecidas, es decir un fenómeno típicamente generacional”.

El papel de la escuela con sus docentes directivos, profesores y profesoras a la cabeza, es el de trabajar por erradicar la violencia como expresión y desaparecer el conflicto como manifestación de la escuela, toda vez que ha sido impregnada desde el exterior.

La violencia existe, es innegable, requerimos de un compromiso cerrado de todos y todas gobernantes, padres de familia, estudiantes, académicos, intelectuales, doctrinas religiosas, medios de comunicación para que el propósito sea asumir la convivencia y resolución de conflictos como un propósito de la sociedad.