La contrarreforma neoliberal en Bogotá
Los primeros anuncios del alcalde Enrique Peñalosa son poco halagüeños para Bogotá. Ha retomado la agenda neoliberal previa al gobierno de corte social liderado por la izquierda en los 12 últimos años en el Distrito Capital. Aprovecha la euforia de su triunfo y el debate nacional agitado por la sequía y la crisis económica, por la nefasta privatización de ISAGEN y los ecos del proceso de paz. El gran viraje de la nueva línea política, “Bogotá mejor para todos”, consiste en sancionar los rubros que atendían la agenda social para financiar la feria del cemento y regresar a los grandes negocios que son el producto obligado de una política construida en términos de eficiencia económica con criterios de mera rentabilidad.
Desaparecieron de la agenda política del Palacio Liévano los temas de la inclusión social. Los hospitales maltrechos deben recortar sus gastos en un 40%. El pasaje en el SITP aumenta hasta en un 13.33% que contrasta con el del salario mínimo en un 7%. Se desfinancian los proyectos de atención a los habitantes de calle y desmontan los CAMAD. El bolillo es la única alternativa para los vendedores ambulantes. En materia de educación, se subvalora lo público y la encomiendan a los predicadores de la privatización. El tema ambiental pasó a tercer plano. El metro será subterráneo en el norte para valorizar las propiedades y elevado en el sur donde los pobres retornan a su condición de parias. Entre esta multitud de despropósitos quiero subrayar dos en particular: la educación y el tema ambiental.
Poco o nada dice el señor alcalde sobre la ruralidad que cubre el 75% del Distrito Capital. Las nuevas vías “espectaculares”, según Peñalosa, se construirán sobre el ecosistema. Los páramos, ríos, bosques, humedales, fauna y flora serán atropellados por la ALO y otras avenidas, por el corredor lineal y los malecones. La ciudad se expandirá por el norte y el occidente en detrimento de la estructura ecológica de la ciudad.
En educación, el salto al pasado se evidencia por el desprecio a las realizaciones de las administraciones anteriores en materia de construcciones escolares, cobertura, alimentación escolar, calidad y pertinencia. Nada se dice sobre la universalización de la alimentación para la niñez y la juventud escolarizadas. Al preescolar de tres grados se le hace el “quite” y se pliegan a los programas nacionales de “cero a siempre”. La educación superior para los estratos bajos estará más allá de lontananza pues solo soñarán con en el espejismo de lograr un cupo en “ser pilo paga”. La jornada única se diluye en la continuidad de 40 x 40.
Es hora de movilizarnos, de superar los errores cometidos en Bogotá en nombre de la izquierda y acompañar a los sectores populares en la defensa de los derechos adquiridos que hoy se confiscan sin contemplación alguna. Lideraremos de nuevo la lucha por la dignidad que comienza por recordarle al señor alcalde que no solo de autopistas viven los bogotanos.