Educar, más que una vocación, es un proyecto de vida. Un espléndido lazo que involucra una mirada plural. Entrega y reto. Reconocimiento, aprendizaje y legado para los que vienen detrás. El aula, sitio de lucha y ternura es un horizonte de luz donde el impulso, trabajo y energía transforman la soledad en misión cumplida y colaborativa.

Educar también es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber qué la anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos…) que pueden ser sabidos y que merecen serlo, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento.

Por ello, educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido, es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive; es ponerlo a nivel de su tiempo, con lo que podrá salir a flote sobre él.

Felicitamos a todas las maestras y maestros de Bogotá y Colombia en su día, y compartimos con ellos los fragmentos anteriores del filósofo Fernando Savater que nos da la certeza de que la educación es colocarse en el extremo contrario a la soledad y del lado de la esperanza.